Ciudad de dos Gobernantes

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DISCLAIMER: Ninguno de los personajes ni situaciones son reales, son producto de una obra de ficción, cualquier parecido con la realidad es mera coincidencia.



I: BI-GOBERNANZA


El día llegaba, las elecciones habrían transcurrido con serena paz electoral. Disturbios aislados acá y allá; acuerdos y desacuerdos menores; saldo blanco pero orgullos heridos en uno de los bandos.

La toma de protesta se acercaba, la Ciudad recibiría su clásico cambio de color institucional, los árboles y bardas pasarían del viejo color gris al nuevo color verde menta del gobierno entrante. Las redes se inundarían de propaganda de nuevas promesas por cumplir.

Llegaría el día, donde la resignación de unos se uniría al júbilo de otros para construir lo que seguía, hasta que en una disputa de orgullos y palabras entre el bando ganador partiría todo a la mitad: surgirían dos eventos paralelos de personajes clamando tener el poder sobre los demás.

Dos días después, entre el shock de toda la población, aparecen las noticias de una ciudad bi-gobernada. Juan Rojo y Juan Bermellón: ambos gobernantes de una ciudad que estaba preparada para obedecer las órdenes de cada uno. 



II: XYZ, ¿DESPUÉS QUÉ?


Atónita, Juanita -la dueña de la tienda de la esquina del parlamento- miraba con admiración la boleta de pago de agua. ¿A quién chingados le pago este mes, si hay dos y no sé ni por cuál pagaré los impuestos? Exclamaba. Ambos bandos se jactaban de otorgar los progamas sociales y estímulos pactados en campaña pero... A Juanita ni uno ni otro le habría dado nada.

Igual que Juanita, Pancho -el mecánico de la Ciudad- veía con estupor el diario televisivo oficialista. Esto no pasaría con el Partido Equis, qué mal que nos robaron la elección, pinches espurios del Partido I-Griega. Decía bebiendo su café de la mañana.

Tres meses habrían pasado desde el evento conocido como el día doble; los gobernantes se adjudicaban el poder sobre algunos servicios y presumían su propio gabinete para los mismos. Rojo se llevaría la Comisión de Agua y la de Electricidad, pero en un golpe de estado Bermellón bloquearía el paso a sus edificios.

Claramente, entre tanta discordia el pueblo se unía para defender...  ¡a su personaje!

«¡Rojo legítimo, Bermellón espurio!», «Pinche Gobierno» se escuchaba corear en las calles: primero los fines de semana, después cada tercer día, al final diario. Los carteles pegados, las pegatinas y anuncios publicitarios inundarían la Ciudad.

«Esto antes era un anuncio de la próspera empresa Tortería Citadina, ahora sus ventas han caído gracias a que lo ocupa un anuncio espurio» clamaba Rojo a su audiencia en un mítin cuyo propósito era entorpecer... todo.

Raúl, un hombre trabajador del Centro diario debe transportarse hacia el Oriente para llevar insumos a su empresa y que la misma siguiera trabajando, pero ante los constantes disturbios veía entorpecida su rutina y -naturalmente- las ganancias se convertirían en números rojos.

Así como Raúl, miles de Ciudadanos que no tomaron partido veían sus rutinas diluirse en la otredad de los que con cánticos defendían a sus personajes y su ideal de una Ciudad monogobernada de nuevo.

Entre gritos y cohetes, ¡pobres alumnos de la secundaria local! No pueden continuar porque no llegan a tiempo, o el ruido opaca las legítimas y nobles voces del profesorado que intenta educar a los jóvenes que responderán en un futuro a este conflicto contándoselos a sus nietos.

La pelea bi-gobernada ahora se habría transformado en el desastre previsto, la división de una Ciudad próspera que empezaría a trastornar todo a su alrededor. Los servicios comenzaban a fallar, la luz se iba de a ratos, la comida abundaba pero subía de precio. ¡Ay, pobres Citadinos que no tienen a dónde ir! decía Aldemira, la jefa del pueblo más cercano.

Era obvio lo que seguiría: el éxodo de Citadinos se acercaba mientras ambos candidatos, cual robots enemistados de origen en un accidente científico, seguían dividiendo la ciudad.



III: ÉXODO


Es fácil decidir cuando apenas llegas a la ciudad. En el constante flujo de personas que entran y salen, los nuevos residentes llegaban para irse: al ver con estupor el desastre de Ciudad que las protestas habían dejado (y aún dejan) preferían marcharse antes de establecer una vida en esa ciudad.

Los que recién llegaron cuando el conflicto estalló, apresurados buscaban nuevas oportunidades en ciudades y poblados allegados, pero sin encontrar respuestas inmediatas. Quedaron, al igual que quienes se establecieron ahí desde tiempo antes, rehenes de un conflicto que no propiciaron.

Ambos gobernantes -Rojo y Bermellón- tiraban las campanas al cielo sin saber si darían fin a un conflicto. Pero el daño estaba hecho. Los vuelos dejaron de llegar a la Ciudad y los trenes no se escuchaban más.

Dentro de la rutina, el hartazgo colectivo se veía. Juanita, Raúl y Pancho preferían no dar declaraciones mientras transitaban las calles llenas de propaganda. Hartos, preferían mirar al suelo antes de que el conflicto tomara lo último que les quedaba: esperanza de por fin encontrarse en otra ciudad.

Ninguno les respondía, ninguno les apoyaba en el afán de ponerle el pie al otro gobierno. Entorpecían su día a día.

Así quedaron, de prósperos habitantes de la Ciudad a rehenes de un pueblo con dos gobernantes.


Diciembre 2021.


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